
La voluntad consciente es una ilusión creada por el cerebro. Esta opinión se basa en los experimentos de Libet, publicados en 1985, que descubrió que la actividad neuronal que dispara una decisión voluntaria es anterior a la sensación consciente de tomar la decisión. El cerebro fabrica retrospectivamente un camino ilusorio desde el pensamiento a la acción, cuando el camino va más bien al revés. Vamos, que nuestra sensación consciente de ir a hacer algo no es la verdadera causa, sino que es algo que está funcionando en paralelo y un poco más lento. La señal de actuar proviene de otros procesos más rápidos sobre los que no tenemos la más mínima sensación de control.
La decisión que vamos a tomar puede rastrearse en el cerebro hasta 10 segundos antes de que la tomemos voluntariamente en el área motora suplementaria (SMA). Este estudio analiza la actividad de todo el cerebro durante un experimento de elección libre entre derecha e izquierda y busca las zonas cuya activación resulta más predictiva de lo que va a pasar después. Como era de esperar son el cortex motor y el SMA. Esta aproximación les permite anticiparse hasta 10 seg a la elección del voluntario estudiando la actividad del cortex frontopolar
En este artículo de Wegner se explica que la ilusión de voluntad trabaja en paralelo con otros circuitos que “llegan antes” a las zonas motoras del cerebro. Eso no quiere decir necesariamente que la voluntad no gobierne nuestros actos, pero habrá que reconocer por lo menos que puede separarse la voluntad de la sensación consciente de voluntad. Eso tampoco quiere decir que el que gobierna las cosas sea el inconsciente. Recuerden que estamos hablando de actos voluntarios conscientes.
En esta serie de experimentos se pedía a voluntarios que eligiesen mover el índice de la mano derecha o de la izquierda al sonar una señal. Estimulando magnéticamente el cortex motor se conseguía influir en su elección, sobre todo si tenían que hacerlo rápido, pero los voluntarios estaban convencidos que movían uno u otro porque así lo habían decidido.
Este estudio (con un vídeo del que he sacado la ilustración) analiza la actividad de 1500 neuronas relacionadas con el movimiento de un dedo. 1,5 segundos antes de que el voluntario manifieste que lo va a mover, ya se detectan “reclutamientos” masivos entre la población de neuronas. Analizando unas 250 neuronas se puede vaticinar con una precisión del 80% lo que el voluntario va a hacer antes de que él lo sepa. Esto nos coloca en la incómoda situación de enfrentarnos a una máquina a la que es imposible engañar. Sabe lo que vamos a hacer antes que nosotros. Sentimos que se allana nuestro espacio mental, el hogar inviolable de nuestro yo.
La evolución de estos estudios está llevando a la aplicación de modelos procedentes de la economía para estudiar las decisiones que toman las poblaciones de neuronas, porque ya se sabe que la conducta de una persona no es predecible, pero la de un millón de personas sí lo es.
La fabricación a posteriori del relato de nuestra voluntad también queda desenmascarado en la prueba de la elección de fotos. A un voluntario se le da un montón de fotos de personas y se le pide que elija las fotos que más le gustan. El entrevistador es un prestidigitador que cambia el montón elegido por el montón desechado sin que el voluntario se dé cuenta. Después se repasa el montón elegido y se le pregunta por qué los ha elegido. El voluntario, que no percibe el cambiazo, elabora una respuesta explicando por qué le gustan unos rostros que en realidad había decidido, hace un minuto, que no le gustaban.
Este “destripar” la voluntad es algo que intranquiliza a mucha gente por las implicaciones morales: La culpabilidad o el esforzarse en ser mejor ¿en qué quedan? ¿Qué pasa con el sentido ético? Un nuevo robo del sentido de la existencia con los que regularmente nos castiga la ciencia. Se me ocurren tres reflexiones:
Primero: Sigo prefiriendo saber a creer. Aunque la neurobiología me enseñe que mi voluntad es el producto del funcionamiento de un órgano, no voy a caer en fantasías narcisistas. No soy un ser mágico especial. Quiero saber la verdad aunque no me guste.
Segundo: Eso del sentido de la existencia debe aguantar bastante porque llevamos perdiéndolo desde lo de Copérnico. Luego Darwin nos reveló que nuestros antepasados eran monos piojosos, y si con eso no nos suicidamos es que el sentido de la existencia aguanta cualquier cosa. A lo mejor es que la trascendencia es sólo una ocupación para ratos perdidos y la mayor parte del tiempo funcionamos en modo terrenal.
Tercero: Solo se pierde la magia sobrenatural, que es un tipo de magia bastante bobalicona comparada con la magia del mundo natural. No parece necesario un ente sobrenatural para justificar la voluntad y sus decisiones. La explicación mecanicista no cambia nada desde el punto de vista práctico. Los delitos siguen siendo delitos y la solidaridad, una práctica que favorece el desarrollo de las familias, las sociedades y la Humanidad..